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Constance A. Jones, G.I. Gurdjieff e la sua eredità (Leumann, Torino: Elledici 2005) 128 pp. ISBN: 88-01-03175-0

Recensión de Luis Santamaría publicada en Diálogo Ecuménico 128 (2005) 586-588.

George Ivanovitch Gurdjieff (1866?-1949) es una de las principales figuras del esoterismo contemporáneo. Por su importancia, la colección italiana Religioni e movimenti le dedica un volumen, a cargo de la doctora en sociología Constance A. Jones, especialista en las religiones orientales y en este tema que le ocupa en esta ocasión. Tiene una estructura muy sencilla: el hombre, la enseñanza y la difusión de la enseñanza.

El capítulo 1 contiene, en primer lugar, la biografía de Gurdjieff. Una vida bastante misteriosa, sobre todo en sus primeros años, si observamos ya al comienzo que su fecha de nacimiento "oscila entre 1866 y 1877" (p. 9; M. Guerra, siguiendo a P. Ravignant, señala la fecha de 1872), en Armenia. Ya desde niño "deseaba captar el significado de la vida humana y el papel del hombre en el universo" (ibid.), lo que le hizo un precoz buscador de conocimientos en las más diversas materias, tanto científicas como religiosas. Como otras muchas figuras de la religiosidad alternativa, considera que ni la religión ni la ciencia responden a sus inquietudes, y vuelve, cómo no, su mirada y sus pasos a Oriente. Se le une un grupo de discípulos, sobre todo en Rusia, que tras la Revolución de 1917 toman el nombre de Instituto para la Evolución Armónica del Hombre. Él difunde su doctrina por Europa y los EE.UU., y muere en París, donde es enterrado con un funeral ortodoxo ruso.

A continuación, Jones ofrece una interpretación de la figura de Gurdjieff, que tenía muchos admiradores, para quienes "era el depositario de una sabiduría esotérica tradicional: su misma presencia era ya una enseñanza, un ejemplo de unidad y equilibrio que originaba cambios positivos en la otra persona" (p. 22), por lo que puede verse su aura legendaria. Aunque también tuvo muchos críticos y opositores, empezando por los periodistas, que lo tildaban de impostor y charlatán. Tuvo contactos relevantes en el mundo de la cultura, como con los escritores K. Mansfield y L. Pauwels. Afirma, siguiendo a personas que lo conocieron y que han estudiado su pensamiento, que es difícil conocer a Gurdjieff e interpretarlo, por su versatilidad, por su continuo cambio de roles y motivaciones en una biografía extraña. Repasa la autora la influencia de las propias vivencias del personaje en sus escritos, aunque concluye diciendo que "su condición queda como enigmática también hacia sus discípulos. Sus interpretaciones de Gurdjieff concuerdan con el hecho de que ejerció una fascinación e influencia que iban mucho más allá de sus humildes orígenes. Determinado a superar su autocomplacencia, parece que hubiera desarrollado capacidades extrañas (algunos las definirían como una 'unidad') que, según él, lo pusieron en contacto con fuentes conscientes de sabiduría" (pp. 33-34).

En el capítulo 2 Jones expone la doctrina enseñada por Gurdjieff, que no es más que un camino gnóstico de desarrollo personal, en el que el hombre debe buscar una liberación progresiva que lo lleve a la transformación de la propia conciencia. Nos encontramos ante un desarrollo más del saber esotérico clásico, con elementos científicos, filosóficos, mitológicos, alquímicos, ocultistas y de las más diversas tradiciones espirituales (entre las que se cita el cristianismo oriental). El primer núcleo doctrinal expuesto es la antropología: el hombre se compone de personalidad y esencia, y sus funciones principales son las que llevan a cabo el cuerpo, la sensibilidad y la mente. Hay cuatro niveles de conciencia - el sueño, la vigilia, la autoconciencia y la conciencia objetiva - y hay que esforzarse para llegar al cuarto, que es el que da el verdadero saber. Hay unos obstáculos para esto, que son las "convicciones erróneas". Otro tema importante es el desarrollo individual, para llegar a la verdadera comprensión, por lo que Gurdjieff propone una "cuarta vía" (tras las del faquir, el monje y el yogi) que puede ejercitar en la vida ordinaria el hombre actual. Por otro lado, su doctrina trae consigo una determinada cosmología, pues relaciona "los procesos que operan en el universo con aquellos que tienen lugar en toda persona" (p. 62). Así, hay una relación directa entre el macrocosmos y el microcosmos, ilustrada con extrañas enseñanzas sobre un cosmos que se rige por la Ley del Siete y la Ley del Tres.

También al acabar este capítulo la autora hace una valoración del pensamiento de Gurdjieff, basándose en las diferentes interpretaciones que se han hecho, desde sus primeros discípulos hasta los mismos ámbitos académicos de estudio del esoterismo contemporáneo, que hablan en términos de "tradición", ya que "Gurdjieff define su enseñanza como 'cristianismo esotérico', pero no reivindica una filiación directa al interior de una fe 'ortodoxa', sea ésta cristiana o no. Él niega que su enseñanza sea una religión o esté radicada en un culto instituido" (pp. 73-74). Se repasan los diversos intentos que se han hecho de encontrar las fuentes del pensamiento de este personaje, con críticas que nunca han puesto en duda la sustancia de la enseñanza misma.

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Constance A. Jones, G.I. Gurdjieff e la sua eredità Elledici, Leumann (Torino) 2005, pp. 128, Euro 15,00, ISBN 88-01-03175-0