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La ley «anti-sectas» 9891 de Córdoba y sus fundamentos teóricos

Massimo Introvigne

 

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La Ley 9891 de la Provincia de Córdoba, en Argentina, se funda en la idea de que los adeptos de las «sectas» están sometidos a una «manipulación psicológica». Mi opinión es que la ley representa un peligro para la libertad religiosa y un ejemplo de intolerancia y discriminación, con riesgos muy concretos de persecución. Es por esta razón que es necesaria una premisa sobre los conceptos de intolerancia, discriminación y persecución.

En el año 2011 yo fui el Representante de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) para la lucha contra el racismo, la xenofobia y la discriminación contra los cristianos y los fieles de otras religiones: es decir, todas las religiones, excepto el islam y el judaísmo, ya que existían otros dos representantes OSCE contra el antisemitismo y la islamofobia. Los 57 Estados miembros de la OSCE (una organización soberana: Estados Unidos tiene un embajador en la OSCE así como tiene uno en la ONU) incluyen a todos los países de Europa, los que pertenecieron a la Unión Soviética, Estados Unidos, Canadá y Mongolia.

En la reunión final de los Ministros de Asuntos Exteriores de la OSCE, realizada el 5 y 6 de diciembre de 2011 en Vilnius, Lituania, Mons. Dominique Mamberti, en aquel entonces sub-secretario de Estado Vaticano para las relaciones con los Estados, aprobó «la actividad excepcional de la OSCE en 2011 contra la intolerancia religiosa». Se refería, en particular, a la Cumbre de Roma sobre la intolerancia contra los cristianos del 12 de septiembre de 2011.

La Cumbre de Roma introdujo un modelo que sostiene que la intolerancia religiosa procede con una lógica de declive, en tres etapas: intolerancia, discriminación, persecución. El modelo de Roma se refiere a los grupos cristianos, pero se puede aplicar a otros grupos también.

La intolerancia es un hecho cultural: un grupo es presentado como «malo», corrupto, un obstáculo a la felicidad y a la tranquilidad de los demás. La libertad del arte es fundamental. Pero podemos poner la cuestión: ¿puede el arte convertirse en instrumento de intolerancia? La crítica de la religión por el arte es legítima. Pero, ¿dónde están los límites? Por ejemplo, muchos cristianos consideraron ofensivo el Piss Christ de Andrés Serrano (1987: un crucifijo fue sumergido en la orina del artista). En Argentina es conocido el caso del importante artista León Ferrari (1920-2013). En el año 2004 el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, consideró ciertas obras de Ferrari como una «blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad» y apoyó a una acción judicial contra el artista. El caso más dramático es el de Charlie Hebdo. Sin embargo, todos condenamos los atentados terroristas. Pero muchos, incluso el propio Papa Francisco, se preguntaron si ciertas viñetas contra los musulmanes – y había otras contra los cristianos – no eran también una expresión de intolerancia.

Todos somos afeccionados a la libertad de expresión. Pero la pregunta queda: ¿hay una expresión, un arte que no se puede aceptar porque promueve la intolerancia? Un ejemplo sería la película nazi de 1940, El judío Süß: una película técnicamente «bien hecha» pero realizada como promoción de la intolerancia antisemita nazi.

En el Modelo de Roma, a la intolerancia sigue la discriminación, que es un hecho jurídico. Si un grupo es malo, necesitamos de leyes para limitar sus actividades. De hecho, tanto en Europa como en el continente americano, hay leyes y decisiones judiciales que pretenden limitar la libertad de ciertos grupos religiosos.

En Francia y España existen leyes, más antiguas que la de Córdoba, contra grupos religiosos calificados de «sectas». La opinión pública tiene una idea generalmente negativa de las «sectas» y muchos electores apoyan las leyes «anti-sectas». Nuestra sociedad tiene una preocupación especial con respecto a los niños. Todos queremos que los niños sean protegidos contra todo tipo de abuso. Pero aquí también hay casos delicados. En Alemania, en 2014, 40 niños de la comunidad protestante fundamentalista de las Doces Tribus fueron presos y separados de sus familias. Los padres eran acusados de dar chirlos a sus niños, lo que es ilegal en Alemania.

El caso de las «sectas» confirma la noción de «pánico moral» del sociólogo sudafricano Stanley Cohen (1942-2013). El pánico moral nace de problemas reales y no imaginarios. Pero esos problemas son exagerados con estadísticas «folklóricas» y nacen estereotipos y generalizaciones.

Hay «sectas» responsables de crímenes horribles, como los suicidios y homicidios del Templo del Pueblo en 1978 en Guyana. Los pánicos morales no inventan a los problemas. Pero amplifican y generalizan. Los crímenes de una «secta» son imputados a otras docenas de «sectas», muchas de ellas inofensivas.

In 1998, en una investigación federal de los Estados Unidos, sugirió un modelo de cómo se desarrolla el pánico moral en relación a las «sectas»:
1. Se presentan ciertos grupos come «pseudo-religiosos» y se insiste en que las «sectas» no son religiones.
2.¿Por qué las «sectas» no son religiones? Porque, según el modelo, utilizan el lavado de cerebro, la persuasión oculta o la manipulación mental.
3. ¿Cómo sabemos que las «sectas» usan el lavado de cerebro? La mayoría de los académicos no aprueban esta teoría. Pero el modelo sugiere que no debemos creer a los académicos «apologistas de las sectas», sino debemos creer a las «victimas», es decir, a los antiguos miembros que han dejado la «secta».
4. Estudios sociológicos indican que la mayoría de los ex-miembros no se convierten en militantes antisectas y no se identifican con la noción de manipulación psicológica.

¿Cómo sabemos cuáles antiguos miembros de las «sectas» son confiables y tienen que ser escuchados? El modelo insiste que sólo las asociaciones antisectas son organizadas y confiables para elegir los antiguos miembros que nos dirán la «verdad» sobre la «secta».

La principal cuestión es si existe algo llamado lavado de cerebro o manipulación psicológica. El nombre «lavado de cerebro» fue creado en 1950 por el periodista y agente de la CIA Edward Hunter (1902-1978).

En la primera etapa, la teoría del lavado de cerebro fue utilizada como una forma de crítica a los comunistas chinos, rusos y coreanos, acusados de practicar «métodos terribles» para «lavar el cerebro» a sus víctimas. Dos académicos americanos, Edgar Schein y Robert JayLifton, interrogaron ampliamente a ex-prisioneros sometidos a prácticas de adoctrinamiento en los países comunistas y huidos en Occidente. Descubrieron que muy pocos de ellos realmente se convirtieron al comunismo. Muchos se declararon comunistas, pero cuando pudieron dejar la China o la Corea aseguraron que simularon las «conversiones» para quedar libres. Schein y Lifton concluyeron que existían fuertes presiones psicológicas comunistas, pero nada de «mágico» que garantizara el éxito de la conversión.

En una segunda fase, algunos psicólogos hostiles a las religiones proclamaron que las iglesias, en muchos casos, adoctrinan a sus seguidores de la misma manera que los comunistas. El psiquiatra inglés William Sargant (1907-1988), popularizó estas teorías. Pero pocas personas aceptaban ese tipo de crítica global de la religión, considerada una simple consecuencia de una manipulación psicológica.

La psicóloga norteamericana Margaret Singer (1921-2003) limitó la teoría de Sarganta sobre las «sectas». Según ella, las personas adhieren a las religiones más o menos libremente. Las «sectas» manipulan a sus adeptos practicándoles el lavado de cerebro. Eso requeriría necesariamente un «contra-lavado» de cerebro llamado «desprogramación». En general, los miembros de las sectas se sometían a eso no voluntariamente, después de haber sido secuestrados por profesionales contratados por sus padres. Al final, la desprogramación fue declarada ilegal en casi todos los países del mundo.

La teoría de Singer fue exportada con gran éxito en Europa, especialmente en Francia, en un contexto de gran preocupación por los crímenes de ciertas sectas, con las tragedias del Templo Solar (suicidios y homicidios colectivos repetidos en 1994, 1995 y 1997). Un psiquiatra francés, Jean-Marie Abgrall, trató de utilizar un fundamento de la teoría de Singer de naturaleza más psicoanalítica, argumentando que el adoctrinamiento de las sectas provoca fenómenos de regresión al estado infantil y de transferencia hacia la figura del gurú,similar a aquella dependencia en la niñez hacia los padres.

A él le fue objetado que para un freudiano ortodoxo el argumento no sirve para distinguir a las sectas de la religión en general, en cuanto para Freud estos fenómenos se encuentran en cualquier forma de religión.

La teoría del lavado de cerebro, llamado también manipulación psicológica, fue bien recibida en Europa e inspiró leyes, particularmente en Francia. Al contrario, en los Estados Unidos, la reacción de la mayoría de los académicos – y sin duda también de los abogados de movimientos bien organizados como Cienciología – era criticamente muy fuerte. Esas críticas han llevado, en primer lugar, a la comunidad académica y luego a los tribunales (a partir del caso de Steve Fishmanen 1990) a abandonar casi completamente esta teoría.

La teoría de Singer había inspirado en gran medida el informe parlamentario francés de 2006 y su homólogo belga, así como las primeras actividades de la Misión Interministerial de lucha contra las sectas [MILS], mientras su sucesor, la Misión Interministerial de vigilancia y lucha contra las sectas [MIVILUDES], adoptó una actitud más diferenciada: no rechaza el diálogo con expertos y no comparte enteramente las ideas del informe 2006 sobre la manipulación mental.

El desfase, entre Estados Unidos y Europa, pero especialmente Francia, generó un segundo tiempo, en Francia, de aquello que fueron las «guerras de sectas» norteamericanas, donde las asociaciones «antisectas» y los sociólogos que negaban la teoría del lavado de cerebro participaban asiduamente en casos de tribunales, donde los primeros acusaban a los segundos de estar a servicio y recibir sueldos de las sectas. Esta guerra aún no está totalmente terminada, pero también es verdad, que un diálogo continúa, por los menos en Estados Unidos, entre asociaciones para la defensa de las «víctimas» de las sectas, que finalmente reconocen que la teoría de Singer no es más aceptable científicamente, y los sociólogos están dispuestos a admitir que a veces habían exagerado en la defensa de la libertad religiosa y no fueron capaces de ver el carácter realmente perjudicial de ciertas formas de adoctrinamiento sectario.

La mayoría de los investigadores académicos convienen hoy día, en que el lavado de cerebro, llamado también «manipulación psicológica», como técnica mágica que sea capaz de cambiar completamente la personalidad, es totalmente un mito, hijo de la guerra fría y de las «guerras a las sectas». Pero que, por contraposición, existen movimientos religiosos que presentan su naturaleza y objetivos a aquellos que quieren convertir de forma fraudulenta y que ejercen sobre sus seguidores excesiva presión psicológica, que no es fácil distinguir inmediatamente la emoción y la intensidad que existen en muchas religiones, aunque es conveniente permanecer atentos.

El científico «apologista de las sectas», según el cual todos los nuevos movimientos religiosos son gentiles, simpáticos y respetuosos de la ley existe sólo en ciertas caricaturas de las asociaciones antisectas. Sabemos muy bien que hay movimientos religiosos peligrosos. Oponerse a las leyes antisectas, ¿implica que no se puede hacer nada contra los movimientos violentos o fraudulentos? No, por supuesto, pero es necesario aplicar las leyes generales. En muchos países no existen las leyes antisectas, pero algunos casos de violencia y de fraude fueron perseguidos y punidos aplicando leyes generales, sin poner en peligro la libertad religiosas con leyes especiales.

El mismo Michael Langone, uno de los líderes más respetados a nivel internacional del movimiento hostil a las «sectas», ha concluido que las leyes «antisectas» que existen en varios países son difíciles de aplicar y por otro lado son peligrosas para la libertad religiosa, porque en realidad, no hay ningún criterio aceptado por la investigación académica para distinguir las religiones de las «sectas» así como también la normal  persuasión misionera – no siempre amigable – de la supuesta «manipulación psicológica».

También nos queda la imagen popular de las «sectas destructivas» que hacen esclavos a sus adeptos por la práctica de la llamada manipulación psicológica, que subsiste en los medios de comunicación, en películas como Holy Smoke (1999), en novelas y en series de televisión y también en los discursos políticos, a pesar de las críticas académicas.

Como el Papa Francisco dijo en su visita del 28 de julio de 2014 en una pequeña comunidad pentecostal italiana, que quizás sería clasificada entre las «sectas» en América Latina, decir «“Yo soy la iglesia, tú eres la secta”» es una «tentación» perpetua de las mayorías. Es necesario saber resistir a esa tentación.

Regresamos al modelo de Roma: intolerancia, discriminación, persecución. Si un grupo es malvado, y las leyes no lo detienen, existirán personas que recurrirán a la violencia. El 29 de enero de 1996, en un clima de fuertes polémicas sobre las «sectas» en Francia después del informe de una comisión parlamentaria de 1995, en París hubo un atentado con una bomba contra la Iglesia de la Unificación del reverendo coreano Sun Myung Moon (1920-2012), una de las «sectas» más controvertidas en esa época.

En Bolivia, campañas de prensa presentaron a los misioneros mormones como agentes de una «secta» al servicio del imperialismo norte-americano. El 24 de mayo de 1989 dos misioneros mormones, Jeffrey Brent Ball (1968-1989) y Todd Ray Wilson (1969-1989) fueron asesinados por el grupo terrorista de izquierda Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka. Asesinatos similares ocurrieron en Perú y Rusia.

En Italia el régimen fascista aprobó leyes contra los pentecostales, acusados de ser «sectas peligrosas para la pureza de la raza». El mismo Papa Francisco recuerda este episodio:  «Y estas leyes fueron aprobadas por bautizados. Algunos de los que hicieron esta ley y algunos de los que persiguieron y denunciaron a los hermanos pentecostales porque eran “entusiastas”, casi “locos”, que arruinaban la raza, algunos eran católicos... Yo soy el pastor de los católicos: Les pido perdón por esto» (Papa Francisco, en ocasión de la visita a la Iglesia pentecostal de la Reconciliación, Caserta, 28 de julio de 2014).

A pesar de que, como otras religiones, intentaron inicialmente buscar un arreglo con el régimen fascista, 11.300 testigos de Jehová fueron llevados a los campos de concentración nazi, donde fueron identificados con triángulos púrpuras, como miembros de una «secta» peligrosa y no alemana. 1.490 fallecieron. A diferencia de los judíos y los gitanos, perseguidos por su etnia, los testigos de Jehová tenían la oportunidad de escapar de los campos de concentración renunciando a su religión. Pero muy pocos lo hicieron.

La espiral de intolerancia, discriminación y persecución puede ser aplicada históricamente a la persecución de muchos grupos. Los judíos en la Alemania nazi fueron víctimas de viñetas intolerantes y luego de leyes discriminatorias, y al final se llegó a Auschwitz. Y no sólo grupos religiosos. El modelo fue aplicado por la OSCE a los «Roma» y Sinti («gitanos»). En muchos Países los gitanos son víctimas de estereotipos («todos son ladrones») y luego de leyes discriminatorias, y al final también de violencias.

La libertad religiosa es un bien frágil. El declive llega fácilmente: se pasa de la intolerancia a la discriminación y de la discriminación a la persecución. Las declaraciones de nuestras Constituciones no son suficientes, si continúan actitudes de intolerancia.

Los grupos religiosos populares ya están protegidos por su popularidad. El test de nuestro compromiso con la libertad religiosa es considerar si – dentro del respecto de las leyes generales – protegemos a la libertad de los grupos que no son populares.

La estructura de la Ley 9891 pone en peligro el principio de libertad de conciencia y libertad de religión que está garantizado por el derecho internacional. Invariablemente, en mi experiencia, esos peligros siempre nacen de todos aquellos a) que han intentado introducir una distinción entre buenas religiones y malas sectas, y b) han fundado esta distinción sobre la noción del lavado de cerebro o manipulación psicológica.

Sobre el punto a) es precisamente lo que hace la Ley 9891 cuando introduce la distinción entre las religiones y las sectas, poniendo en peligro la libertad religiosa. En efecto, la secta de hoy es la religión de mañana, y ésta que se considera secta por sus opositores es una religión para sus miembros. Para cada uno, como ha escrito un eminente historiador de religiones, J. F. Mayer, «la secta es el otro». Muchos criterios propuestos para distinguir entre religiones y sectas son subjetivos o se basan sobre puntos de vista teológicos de una religión específica.

La ley debe ser objetiva y la ley del Estado laico no pude adoptar un solo punto de vista teológico, abierto u oculto, para distinguir las buenas o malas religiones. Los redactores de los fundamentos de la ley 9891 son conscientes de eso: es por ellos que piensan encontrar un fundamento objetivo de la distinción entre religiones legítimas y sectas en la noción de manipulación psicológica.

El artículo 3 de la ley nos explica que «entiéndese por Grupos que usan técnicas de manipulación psicológica: todas aquellas organizaciones, asociaciones o movimientos que exhiben una gran devoción o dedicación a una persona, idea o cosa y que emplean en su dinámica de captación o adoctrinamiento técnicas de persuasión coercitivas que propicien: (1) La destrucción de la personalidad previa del adepto o la dañen severamente, y (2) La destrucción total o severa de los lazos afectivos y de comunicación afectiva del adepto con su entorno social habitual y consigo mismo». Todos los cristianos «exhiben una gran devoción o dedicación» a Jesucristo y la devoción es un marco de toda religión. En cuanto a las «destrucción de la personalidad previa del adepto» leemos en la Carta a los Gálatas de San Pablo 2,20: « y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí». Aquí la personalidad previa, la vida previa es destruida y surge una nueva personalidad. Es el marco de toda conversión, que siempre es una metanoia, es decir un cambio de personalidad. Y quien se hace monje trapense, o monje budista, ¿acaso no experimenta «la destrucción total o severa de los lazos afectivos y de comunicación afectiva con su entorno social habitual»?

Toda la Ley 9891 es organizada de acuerdo con las ideas e la terminología de Margaret Singer. De dos expertos que los fundamentos de la ley mencionan, una, la misma Singer, ha sido criticada, no solamente por casi la unanimidad de especialistas sino asimismo, rechazada, en tanto que testigo experto en los procesos norteamericanos. Los jueces han considerado su actitud como no científica y partidaria (affaire Fishman, 1990, ver: http://www.leagle.com/decision/19901456743FSupp713_11345). El otro, Michael Langone, ha actualmente cambiado de opinión, y hoy él mismo considera las leyes como la Ley 9891 contrarias a la libertad religiosa einútiles.

Como se dice en el caso Fishman, la manipulación psicológica no es un criterio objetivo para distinguir las sectas de las religiones. Aquellos que hablan de manipulación psicológica siguen, por consiguiente, una lógica contraria: ellos deciden que una experiencia religiosa es tan rara y totalmente extraña que ninguna persona razonable podría adherir voluntariamente. Por consiguiente, ellos declaran que aquellos que han adherido no pueden más que estar sometidos a una manipulación psicológica. Entonces, se introduce un criterio subjetivo y un enjuiciamiento del valor de las religiones. Estos criterios y juzgamientos no pueden tener lugar en los tribunales ni en los textos de las leyes.

Si permitimos al Estado que decida cuales grupos religiosos son buenos, son «religiones» y cuales son «sectas», con las mejores intenciones del mundo estamos preparando el totalitarismo de la novela Señor del mundo.

Papa Francisco comentó el 19 de enero de 2015: «Hay un libro – perdónenme si hago publicidad –, quizás por el estilo puede resultar un poco pesado al principio, porque fue escrito en 1907 en Londres… Su autor vio este drama de la colonización ideológica en su tiempo y lo describió en su libro. Se titula Lord of theWorld, escrito en 1907. Su autor es Benson. Les aconsejo que lo lean».

Ya otra vez el Papa aconsejó este libro de Robert Hugh Benson (1871-1914). Benson nos describe un régimen perfectamente totalitario. El régimen del «Señor del mundo» se presenta como «moderno», «progresista» y favorable a la economía. Sin embargo, toda religión que no sea aprobada por el Estado está prohibida. Benson «casi como si fuese una profecía, imagina lo que sucederá» en nuestros días (Papa Francisco, 18 de noviembre de 2013).

El Señor del mundo se presentaba con una cara bastante simpática. Todos podían enriquecerse, divertirse. Como dice Papa Francisco, se podían «hacer muchas cosas, cosas hermosas, pero adorar a Dios» sin el permiso del Estado «estaba prohibido». Y esa «prohibición de adoración» es una amenaza que regresa…

Massimo Introvigne *.

* Profesor de Sociología de la religión en la Universidad Pontificia Salesiana (UPS) de Turín, Italia y Coordinador del Observatorio de la libertad religiosa establecido por el Departamento Italiano de negocios extranjeros. Sirvió en 2011 de Representante de la OSCE (Organización para la seguridad) y la cooperación en Europa) para luchar contra el racismo, la xenofobia y de intolerancia y discriminación contra los cristianos y miembros de otras religiones.